19.9.03

me había reservado hacer comentarios sobre el terremoto del 85 en el D.F. pero al leer los artículos de distintos medios informativos que recordaban la tragedia y entrevistaban sobrevivientes, no pude evitarlo: estuve otra vez en ese autobús escolar aquella mañana.

Ibamos con buen tiempo, cuarenta o cincuenta ¿quién sabe? niños del colegio francés hidalgo. Siempre creí que el chofer era sordo o una especie de fantasma para no encabronarse con nuestro escàndalo. Estábamos a unos minutos de llegar, solo debíamos bajar un paso a desnivel, circular un poco por la zona de Indios Verdes (cuando aún se podía) y llegar a clases.
Primero fue una sacudida violenta que callar a todos. No había sido un choque. Las bocinas de los autos que apenas unos minutos antes gritaban a toda potencia dejaron de sonar. Entonces una serie de sacudidas nos movió de los asientos: niños, mochilas y loncheras al suelo del camión. Por la ventana la ciudad saltaba y nosotros con ella. No me puse a medir el tiempo solo quería que se acabara. Terminó. Saldo blanco entre los nuestros, bueno, un niño se desmayó pero hasta donde sé no pasó de ahí.
A la escuela no le pasó nada, pero tan solo cruzamos la puerta oímos sirenas que iban sin detenerse en algún lugar específico. En el patio, seguía sin darme cuenta de la magnitud del problema hasta que cada maestra nos dijo que localizarían a nuestros padres para recogernos. Papá con su cara pálida llegó por mí en diez minutos. No recuerdo mucho del viaje de regreso a casa, solo que tardamos horas en llegar. Seguía escuchando las sirenas pero sin ver las ambulancias. En casa, mamá estaba de rodillas con el rostro bañado en lágrimas viendo por televisión la destrucción, pero en especial varios hospitales destruidos, diciendo nombres de compañeras que tenían guardia en ese momento. No pudimos moverla de ahí. Mi hermano menor estaba en su cuna haciendo cosas típicas de su edad.
Vivíamos en un fraccionamiento nuevo a las afueras de la ciudad, así que Afortunadamente nuestra casa y las de los vecinos no sufrieron daños considerables. Pero eran los temblores pequeños los que provocaban mas miedo en la gente. La luz se iba y regresaba en parpadeos.

Pasaron los días y las historias circularon.
Todos conocíamos a alguien que había perdido a un familiar o a un amigo.

Todos compartimos las pérdidas.

Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?