30.1.04

Dicen que el cielo llora, mas nunca le han dicho por qué. Sigue pensando en el sueño que a nadie interesaría si lo cuenta: saliendo de entre sus piernas la brillante oscuridad de un caparazón fragmentándose en cada movimiento, y justo antes de desaparecer, ella despierta. Por inercia baja su mano, comprueba que la única humedad se desliza por las ventanas. Y que el escarabajo se fue mucho antes del lluvioso anochecer.

29.1.04

Esa mañana despertó con la idea de llamarse Agustín.

Su nombre anterior no importaba y este significaba al menos un cambio en la rutina. Con el polvo que se metía sin permiso por las grietas de la casa, cubriéndolo e irritando su nariz, desistió de quedarse más tiempo acostado. El hambre le recordó donde había dejado las trampas. Lanzó un escupitajo que cambió de color al tocar la tierra pedregosa; por su puntería, creyó que el día frente a él no sería tan malo como el resto de su vida.


Solo habían quedado dos climas: calor agobiante secando labios y lengua hasta partirlos, chupando hasta el recuerdo de la humedad; y el crudo frío quemando la piel azulada sostenida en huesos adoloridos.
El ventarrón polvoriento del aliento del diablo azotaba con los últimos días calurosos, silbando rencor. Cubría grandes extensiones siempre cambiando los alrededores, como si fuera la única broma que podía hacerse a las sombras errantes de los hombres. Arrastrando su raquítico peso Agustín salió a revisar las trampas armado con un trozo de acrílico dentado a modo de puñal. No tardó mucho pues había sido otra mala noche; en el total de trampas colocadas, apenas dos ratejos casi tan flacos como sus brazos gruñían dando de topes contra las rejas. Los animales escaseaban, hasta la raza híbrida de ratas y conejos estaba diezmada, buscando escondite en lo
profundo de las grutas y restos de edificios. Les rompió el cuello, ató sus colas y se las echó al cuello; los ojos inmóviles de los ratejos le apuntaban.
El optimismo provocado por el escupitajo disminuyó en Agustín en una
proporción inversa a su hambre.


Vio bajar el aliento del diablo acariciando las montañas con su cargamento de
polvo. Agustín sabía que no regresaría a tiempo al refugio, el viento venía directamente a él, al encuentro evadido por años. Sabía que en sus entrañas de piedra y desperdicio viajaban los restos de la tribu, desgarrados por las ráfagas de escombros que el aliento llevaba como trofeos al recorrer la tierra. En algo se parecían, ambos nunca estaban mucho tiempo en el mismo sitio. Siempre estaban inquietos, moviéndose, tratando de ser algo diferente, adaptándose. Hurgaban en las partes que ya no daban más cosas útiles para subsistir, pero el aburrimiento no era una opción. Sintió algo en los huesos de su columna que casi le dibuja una sonrisa, una sensación de abrigo al ver un hoyo al lado del camino y la posibilidad de evadir ese aliento otra vez.
Se quedó ahí sin interesarse por cuanto tiempo pues no conocía ese concepto, una de tantas reliquias sin valor del antiguo mundo.

De regreso a las ruinas que eran su casa, removió las cenizas y sopló en ellas. Su aliento de dientes podridos infló una fogata suficientemente pequeña para las presas. Las abrió en canal y tiró la piel pues era áspera e insuficiente para cubrirlo. Puso los cuerpos sobre una parrilla de automóvil maloliente y grasienta, donde hubieran cabido por lo menos otros diez ratejos.

Alzó la vista al cielo de azul vacío, ardiente y sin nubes que lo mancharan. Ese día sobraría espacio en la parrilla y en su estómago.

27.1.04

...quedarme despues de la hora en que todos corren a esconderse de si mismos

escuchar el disco que un viejo amigo me obsequió antes de desparecer.

leer bitácoras y agregarlas a favoritos antes de olvidar como llegué a ellas

sentarme a ver como la nada me recorre

ignorar a la gente que mira a traves del espejo mientras imagino un nuevo pais de las maravillas donde el sombrerero loco ofrezca cerveza y la baraja de corazones toque "ONE" para que tweedledum y tweedledee tatuen el nombre de una niña en el pecho del conejo blanco que acaba de pasar por aquí.

irme a casa antes de que ya no quiera hacerlo

Puedo...

26.1.04

Lo primero que vino a su mente al despertar esa mañana, fueron imagenes de muñecos de prueba para automoviles, "crash test dummies". Movimientos en camara lenta cuando los autos en que viajan son destrozados de diferentes maneras, ellos siempre inexpresivos rompiendo cristales con la cabeza, azotandose entre el asiento y el cinturon de seguridad, sacudiendo cientos de sensores distribuidos por su cuerpo.
Mas tarde, su auto (el cual habia prestado) participo en la carambola mas grande del año. En su interior, un cuerpo inerte estrellado contra el parabrisas fue la imagen de una tardia campaña de seguridad vial en la ciudad.

23.1.04



...experimentando dificultades técnicas y existenciales. Por favor deje su mensaje cuando usted quiera. Experimentamos con mensajes técnicos y existenciales. Por favor deje su dificultad cuando quiera usted. Estamos dejando las técnicas existenciales. Quiera a su experimento cuando menos. Técnicos existenciales dejen las dificultades donde quieran.
Estamos...


20.1.04

Expuestos a más cosas de las que se pueden manejar o al menos entender, la velocidad con que la existencia se desplazaba nos mantenía al filo de la histeria o la excitación. Era una época extraña. El tiempo se había vuelto un asunto insignificante; no eramos felices ni tristes, solo ibamos a la deriva en un mundo donde no existían ídolos de ningún tipo para destruirlos y hacerse notar. Las personas vivían más solo para preguntarse porque seguir viviendo, y arrojarse de un lado a otro, entre diferentes sustancias, doctrinas y demás cosas elevadas o profundas dejando sin respuesta muchas preguntas.


19.1.04

En la ciudad hace frío y por sus calles resbala una sensación de soledad, ilógica en un lugar con miles de personas alrededor. Pero ella la siente.
Mira de vez en cuando al cielo nublado que bloquea la cálida luz y busca algo sin saber exactamente qué. Ese mismo algo la había sacado del estado de coma y después no volvió a ser como antes. Parecía haber dejado atrás cosas inútiles, como los sentimientos. Despejó la mente de todo recuerdo y acomodó cuanto le había sido mostrado en su más profundo sueño.


En casa ya no había más muebles que una mesa y una silla. Jugaba con el eco de su voz en las habitaciones vacías mientras caminaba de puntillas por todo el espacio, haciendo cuentas. En sus ráfagas de viento helado el invierno llevaba un mensaje travieso que se escondía de ella en las paredes o en el techo. Siguió contando los pasos hasta que un número tropezó con sus pies.

Una vez más salió a la ciudad. Miraba al cielo con una impaciencia cercana al
hambre, inmune a los murmullos vacíos de las personas. Regresó a casa con velas, cientos de ellas, de distintos colores y tamaños. En cada una talló con las uñas símbolos irrepetibles. Después las dejó en un lugar previamente escogido por el conteo de sus pasos. Pedazos de plumas blancas y oscuras escamas salían de las paredes. Ella los tomaba como una cosecha olvidada que debía rescatar mientras el mensaje envejecía en el polvo.

En la noche, un puñado de velas se esforzaban por alumbrar la casa. Al apagarse, dejaban flotando en el aire, con los restos del humo, el símbolo que le había sido tallado. Colocó los pedazos sobre la mesa, desnudó su cuerpo y se recostó en ella. Los símbolos de humo se disipaban derramando en sus oídos una caricia de sonido; plumas y escamas entraban a su cuerpo cuya respiración se confundía con el aire que trataba de silenciar la poca luz.


Al levantarse le explotó la garganta en un aullido impregnado de su nuevo nombre. Violentamente un par de alas traspasaron carne y piel de su espalda.
Al batirlas apagó la última vela.

15.1.04

- Algún día, Jennings, saldremos a la luz. No podemos seguir en estas condiciones. La gente no puede vivir de esta manera, manipulada por los poderes económicos y políticos. Millones de personas actúan siguiendo los caprichos o las necesidades de gobiernos y multinacionales. Algún día se alzará la resistencia, una resistencia fuerte y desesperada, apoyada por los humildes, no por los poderosos...

La paga.
Philip K. Dick.

Encuentros cercanos con clientes del tipo inclasificable.
Caso 654.
entre las diez treinta y las once horas del XX/XX/XXXX


después de esperar por más de una hora, a pesar de tener una cita programada con una semana de anticipación, el señor usuario nos recibió con cara de haberle interrumpido su descafeinado con dos aspirinas...

- ¿Por qué no funcionará mi costoso equipo portátil digital ingeniero?
(en su sonrisa sarcástica veía la negativa de su empresa a pagar la factura con más de veinte días de retraso. mi compañero sudó frío y se mordió una uña muy gastada)

- La verdad pueden ser varias las posibilidades señor usuario. (tomé el equipo, un primer vistazo confirmó lo que mi compañero había dicho, estaba intacto en la superficie. revisé los seguros buscando posibles señales que me indicaran si había sido abierto. nada. empezaba a pensar en una retirada estratégica reconociendo la posibilidad de una garantía válida cuando levante la tapa de las baterías. ahí hallé la respuesta.) Aunque déjeme decirle que de entrada, si no le pone baterías nuevas, veo bastante difícil que funcione. (estaban vencidas desde hace casi un año. el usuario carraspeó para no ahogarse con su café, haciendo mucho ruido revolvió dos cajones, un portafolio, y tres anaqueles hasta juntar cuatro pilas de diferentes marcas. el equipo encendió al primer toque de su botón rojo.)

- ¿Y por decirme eso, por señalarme lo obvio que yo; poderoso usuario de la gigantesca compañía manufacturera transnacional he ignorado; piensa cobrarme una factura?
(realmente no lo dijo así, pero prefiero omitir las variadas formas de maldecir y mentar madres que usó para con el equipo, su café, las pilas, la fábrica, nosotros, el mundo)

- Toda consulta causa honorarios...
(era inútil discutir, lo supe cuando el usuario preparaba un formato de autorización para nuestro cheque. de ahí nos fuimos a almorzar. mi compañero pagó.)

fin del mensaje

14.1.04



- ¿ Qué escribes?

- Una novela.

- ¿De qué trata la historia?

- No hay historia. Solo gente, gestos, momentos; fragmentos de emociones

fuertes y fugaces...

- ¿ Apareces en la historia?

- No lo creo, pero la leo y escribo conjuntamente.


WAKING LIFE.
Dirección y guión: Richard Linklater.
País: USA.
Año: 2001.
Sitio oficial



13.1.04

Se escuchó por ahí, cerca de la Cumbre Extraordinaria de las Américas...

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
ya están por firmar la Declaración de Nuevo León..

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
estamos salvados...

la chispa adecuada dice:
que emocionante!!

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
con esto se salva la humanidad

la chispa adecuada dice:
ya puedo verlo sí, las personas oh cielos es tan emotivo, se tomarán de las manos esperando que la pluma descienda sobre ese papel tan útil para las generaciones futuras. en algunos años; habrá asambleas escolares, monumentos, desfiles, ensayos serán escritos, niños bautizados con los nombres de los gobernantes que firmen...

la chispa adecuada dice:
...no puedo seguir

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
las lagrimas mojan mi teclado por eso no contestoo..

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
me embarga una emoción casi tan grande como cuando el hombre llego a la luna....

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
Debes de sentirte afortunado por ser parte de esta generación que será un parte aguas en la Vida MUNDIAL

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
SI VENGAS MAS CUMBRESSSSS

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
mas discursitos bonitos, mas cierre de calles, mas vallas en las calles, mas represión policíaca, SIIIIIIIIII viva SOMOS LIBRES:

la chispa adecuada dice:
esta ultima parte de la conversación ha llegado a usted por el gentil patrocinio del sistema de rastreo de mensajes del FBI “protegiendo su libertad interfiriendo su privacidad”

Yépez[¿Y si todos dejaramos las drogas?] dice:
Me siento en un cuento de Mafalda...

12.1.04

...no he podido concentrar la atención en los libros últimamente. el fin de semana vi Taxi Driver. Lamictal es un estabilizador del estado de ánimo. empiezo un libro, pocas hojas después nos alejamos insatisfechos. Travis no duerme y maneja su taxi de noche, por lugares donde otros jamás entrarían. el Depakote es usado para neutralizar episodios maniacos del desorden bipolar. algunos de los libros tienen líneas, párrafos, hojas que marqué en ciertos instantes por alguna razón. me hablas a mí, oye tú, ¿me hablas a mí? no hay nadie más por aquí, entonces me hablas a mí. Prozac es una palabra muy mencionada de la cual no conozco sus efectos, aún...

9.1.04



Marion.

8.1.04

Pareja perfecta.


“ Y permitió que sus sueños, sus nocturnos deseos, sus ansias esporádicas se condensaran en algo parecido a la racionalidad”.
Phillip K. Dick.

I. Apertura de mercados.

En el número101 de los Condominios Constitución vivía Dora, una chica que como la mayoría de los jóvenes bajo la ley marcial impuesta, prestaba servicio militar después del trabajo. Su novio, un extrovertido recluta que cumplía su servicio como enfermero, fue reportado como desaparecido en acción, cuando el avión en que viajaba se desplomó en circunstancias misteriosas a pocos kilómetros de la frontera.
En esa época, el luto duraba lo mismo que dos hielos en una bebida adulterada.

Cuando Dora volvió a casa, uno de esos días que parecen ser el mismo pero repetido una y otra vez, halló entre el correo una publicidad que ofrecía juguetes sexuales. Después de hojear con muy poca curiosidad el folleto, uno de los productos llamó su atención. La nueva generación de muñecos inflables ciento por ciento interactivos, androides hechos con los más avanzados materiales de la era moderna, podían programarse de acuerdo a los deseos de su dueño usando una computadora. Estaban a un precio de oferta que era igual a la mitad de su salario. Incluían software de configuración y su garantía de seis meses prometía satisfacción total por medio de experiencias nunca antes vividas o la devolución de su dinero. Tuvo que admitir varias cosas para aceptar el uso de un androide como ese. Ya no tenía paciencia para cortejos, ni deseos de comprometerse otra vez. Práctica, la vida se había vuelto así.

Una tarde embarrada de humedad y calor, recibió un paquete donde venía una silueta humana, hecha de neopreno bañado en hule y rellena de una sustancia gelatinosa. Como un sistema nervioso, en su interior se veían filamentos parecidos a la fibra óptica. El ombligo era una conexión electrónica protegida con una cinta antiestática. En el fondo del paquete había unos cables y un disco. Reinició dos veces la vieja computadora que había recibido hace años al graduarse, antes de empezar a configurar a su plástico compañero. Los dedos volando sobre el teclado, capturaban la descripción física deseada, muy distinta a la de su novio. Aunque pensó un momento en él, fue solo para asegurarse de no repetir alguno de sus rasgos. “Menú: Elija la fantasía “ Su lengua paseó por los labios. Se sintió indecisa ante la cantidad abrumadora de opciones, vio en el reloj que se hacía tarde y oprimió un botón que parpadeaba con insistencia en la pantalla “Opción Estándar”
En su estado de abstinencia cualquier cosa estaría bien. Salió rumbo al servicio. Regresó por la identificación que había olvidado, antes de cerrar la puerta echó una mirada al departamento, luego a la computadora y después los cables de comunicación que terminaban en la silueta.

Sonó a duda el suspiro que salió de su pecho mientras cerraba la puerta.


III. La muerte del consuelo.

“No se deje al alcance de los niños, manténgase en un lugar fresco y seco”
Las instrucciones decían también que sobre una superficie plana debía extenderse la silueta, con el cable conectado antes de empezar la configuración. El sistema hizo un cálculo basándose en la capacidad de procesamiento que tenía la computadora, y las opciones seleccionadas por Dora. En este caso bastarían noventa y cinco minutos. Por los cables viajaban empapadas de información, diminutas criaturas nanotecnológicas desechadas de antiguos proyectos militares, y que sus creadores comercializaban de esta manera. Poco a poco se engrosaban unos músculos artificiales, la piel se cubrió de un color parecido al de los ojos, inexpresivos y muy abiertos, una vez que tomaron forma.
Un zumbido extraño recorría el departamento.

Fue uno de los peores días que había tenido en la oficina de propaganda y eventos, donde cumplía su servicio. Con los últimos patrocinios cancelados, muchos eventos corrían el riesgo de no realizarse. La moral de un país en estado de guerra dependía de todos, las tropas allá en los frentes, la población civil y los reclutas en las ciudades. El jefe, un veterano de aviación militar con la cara deformada y sostenido con muletas de aluminio reciclado, había recibido una baja honrosa después de ser derribado en el mismo sitio donde desapareció el novio de Dora, la frontera norte. Trataba de arengarlos con discursos gastados, promesas vacías. Discursos que los deprimían aún más viniendo de ese cuerpo, la muestra viviente de que los seres queridos podían volver así o peor aún. Si acaso volvían, pensaba Dora al ver a unas personas leyendo cartas de condolencias en papel reciclado.
El cajero automático a dos calles de la oficina decía que no contaba con suficiente saldo para retirar la cantidad de dinero deseada, hasta entonces recordó la compra del muñeco. Dora sonrió y un desconocido que entraba al cajero, creyó que la sonrisa había sido para él.

Llegó mojada al departamento, una lluvia ligera la acompañó desde que bajó del autobús. Antes de abrir, pegó su oído a la puerta buscando algún ruido distinto al de la monotonía, nada. Abrió preocupada y tropezó con un cuerpo desnudo que reaccionó a su presencia, regando en ella caricias y deseos de la opción estándar, la lengua del androide rascó la piel de Dora hasta encontrar su verdadero sabor, fragmentando el resto de la tarde en emociones.
Cuando se ocultaba el sol, Dora recordó que la puerta seguía abierta.

Se movió sobre su lado derecho, ya era otro día. Buscaba con su mano aquel cuerpo y tocó la silueta que de nuevo estaba fría, su calor, sus energías se agotaron. Otra vez tenía que configurarlo, así cargaría la energía necesaria para funcionar de nuevo. Estaba impresionada, esa impresión crecía cuando recordaba todas las cosas que habían hecho, ella con él, él con ella, juntos; y las comparaba con ese conjunto de cables, plástico y relleno viscoso del cual no estaba interesada en saber su composición.
El silbato de Fundidora la sacó bruscamente de sus ideas, tenía que ir al trabajo.

III. Una verdad incómoda.

El e-mail del fabricante decía que por un pago extra podría descargar del sitio web una actualización del programa para el androide. Esta actualización permitiría una serie de mejoras en las capacidades y tendencias del androide, mas posiciones, nuevos niveles de estimulación. En las sesiones hechas en áreas pequeñas, sería capaz de generar realidades virtuales para acrecentar las fantasías. La posibilidad, tenía un precio muy alto. Hizo cálculos tomando en cuenta un préstamo del trabajo, vendiendo la joya holográfica que le habían regalado la navidad pasada, sacrificando los pocos lujos que la ley marcial permitía. Después de pensarlo, ni mucho ni poco, solo pensarlo, acreditó el pago. La actualización, un programa de diez megas, incrementó la capacidad de procesamiento para las máquinas nanotecnológicas que daban vida al androide.

El androide cambió varias veces durante un tiempo que a Dora siempre le parecía poco. Distintas situaciones nacían en su departamento al volver del servicio militar. Maldito servicio, maldito estado de guerra, maldito discurso y su capitán deforme para recordarle a su difunto novio, lo suficiente para mancharle el día que había empezado la tarde anterior en alguna fantasía retorcida. Los e-mails urgentes de la Secretaría de Guerra tenían prioridad al viajar por la Internet, uno de ellos interrumpió la cera caliente que el androide derramaba sobre el pecho de Dora, sus ojos vendados, esposada a la cama que no se había tendido en días. La vela se consumía en su mano al mismo ritmo que leía el mensaje en la pantalla. El novio de Dora había sido rescatado y volvería pronto a Monterrey. Eso significaba que el androide ya no sería necesario. Ella preguntó que decía el mensaje, pero él lo borró y mirando el cuerpo sobre la cama empezó a preparar un plan.

Se levantó de la nada plástica tomando una forma extraída desde la unión de sus archivos y los recuerdos de Dora. El rugido de un helicóptero de seguridad pública sacudió los cristales del edificio, ahogando unos gemidos que al ritmo del androide, insistían en limpiar al departamento su silencio.
Los sentidos de Dora estaban fuera de todo límite. La sensación pasaba de lo físico a un plano nuevo para ella, una fusión donde el dolor y el placer se perseguían sobre su cuerpo y se alcanzaban en su cerebro.
Abundante saliva escurría por sus pechos mezclándose con el sudor.
De pronto, por primera y única vez el androide se descargó en el interior de Dora, desde la entrepierna se diseminaba a gran velocidad, las venas se inundaban con el relleno viscoso donde se conservaban las poderosas máquinas miniaturas, el verdadero cerebro del androide.
Dora se colapsó creyendo que sentía el único, el definitivo orgasmo.


IV. Injerto.

Hallaron su cuerpo, abierto, o más bien como si hubiera explotado algo en su interior, sobre ella había una destrozada silueta de plástico. Las autoridades concluyeron que se trató de un accidente, y retiraron a los androides del mercado.

Abajo, en cualquier calle, ignoraba por cuanto tiempo duraría unido a esa carne. Posiblemente buscaría otros cuerpos donde habitar, mientras exploraba el mundo.
Empezó a andar. Inmerso en su procesamiento se perdió en lo profundo de una ciudad que no significaba nada para él.

7.1.04



Una galería con imágenes basadas en diferentes sagas de fantasía y ciencia ficción. Manifestaciones artísticas derivadas de sueños, obsesiones, viajes, alucinaciones y pesadillas; despiertos o no...


6.1.04



consultando libros entre los restos de la biblioteca Holland House, Londres después de un bombardeo en 1941.


5.1.04

Después de las operaciones y tratamientos lo enviaron a una sala de recuperación. La sensación que le provocaba ese dolor y desconcierto invadía su mente. Frente a su cama, una señora con los brazos enyesados lo veía. Al sonar los acordes de una canción romántica Mateo desvió la mirada y la habitación de hospital se transformó en sala de aeropuerto. El estaba de pie junto a la misma señora pero más joven, triste y llorosa, quien discutía e imploraba a un hombre que no la dejara sujetando fuertemente sus manos.
Cuando ella gritó las manos se soltaron y la habitación del hospital regresó. Ambos, Mateo y la mujer, seguían en sus camas.

Pensó que tal vez su imaginación estaba un poco alterada por las medicinas y buscando tranquilizarse volteó hacía el anciano a su izquierda. Una canción de trovador se llevó a Mateo a compartir la mesa de una cafetería con el anciano, escuchando las pláticas arrojadas al viento.
El viejo, la mujer y los demás en el cuarto se castigaban los recuerdos, mostrando a Mateo las cosas que fueron y las que no. Entendió que en cada persona hay mas historias de las que el mundo quisiera saber.

Murió esa tarde de un derrame cerebral mientras escuchaba música clásica.
Su alma fragmentada se infiltró en cada una de las camas.

3.1.04

No lo hallabas por mucho que miraras el horizonte buscándolo, la calle parecía no tener fin.
Fui a donde mi hermano escogía con paciencia infinita varias naranjas que metía en un costal. Parecíamos ser las únicas personas en el mundo, incluido el dueño de las frutas. Aspiré los aromas mezclados de la frutería y tomé la primer naranja a mi alcance. Son doscientos dijo el dueño pues llevan ciento un naranjas y la oferta es solo por cien. Con la mirada mi hermano ordenó que la devolviera.
Yo cargaba el costal a través de una neblina blanca como la leche que descendía sobre los edificios obteniendo del cemento y el hormigón un brillo perturbador. Prometí no olvidar el compromiso cuando nos despedimos. Tomé la acera derecha aún sin extrañarme por no ver más gente. Conocer la hora se me antojaba como un privilegio y lo descarté. Entré a una casa de ventanas y banqueta pequeñas, inexistentes casi; puerta negra de cerrojo sencillo. Me esperaba viendo los libreros vacíos como si estuvieran llenos. Su vestido azul parecía de una moda que permanecería siempre vigente puesto en ella. Dejé el costal en el piso. Volteo a verme y se quitó el saco, también azul, mostrando el gris inerte de su blusa sobre un abdomen prominente. Mientras sonreíamos solo pude decir acercándome, estás embarazada. Respondió que ojalá la sorpresa no me hiciera olvidar el compromiso.
Yo había olvidado todo lo que estaba fuera del abrazo en que estábamos ocupados.
Incluso, olvidé nuestros nombres y el de la ciudad.

2.1.04

Me aseguré de no estar soñando. Mi arma, otra vez, apuntándole a la oscuridad. Tardé varios minutos en bajarla. Asusta no recordar que puede hacerte despertar así. Mi respiración era irregular y atropellada, las palpitaciones parecían capaces de romperme. Fui a la ventana atraído por la promesa del aire fresco. Sentía como una gota de sudor, gorda y salada bajaba por el brazo con timidez, igual a una caricia perdida que busca su lugar en el cuerpo para crecer y multiplicarse.
Entre más lo pienso menos sentido tenía la situación: un hombre y un niño iban por la calle montados en una bicicleta. Al pasar bajo las lámparas, cada una de estas parpadeó siguiendo un mismo ritmo casi hasta apagarse. El niño pedaleaba llevando atrás al hombre, pensé que no era lógico y la bicicleta se detuvo con un sonido que creaba una nueva forma de silencio.
La gota de sudor seguía quieta en el mismo sitio. Cambiaron de posiciones y entonces anduvieron de nuevo. Al pedalear el hombre parecía esforzarse mucho. Las lámparas se encendieron y aunque faltaba parte de su brillo pude darme cuenta que el niño era un enano y el hombre, quien a pesar del esfuerzo no sudaba, era yo. El sonido de la bicicleta se volvió delgado como hilo mientras se alejaban.
La noche ignoró todo y siguió su camino.

Antes de perder el conocimiento, vi como la gota de sudor terminó de caer contra el piso

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