8.9.03
Te ha pasado que el cliente tiene una urgencia, haces la negociación lo más clara posible y las condiciones quedan aceptadas por ambas partes. Preparas el material, llega su mensajero, ves el cheque y oh sorpresa!! se autodescuentan un cinco porciento y no cargaron el IVA
(omitieron la tajada del gobierno, dan ganas de hablarle a Hacienda) la urgencia seguía en el aire, el tiempo pasaba casi hasta dar las seis. Hablas al cliente, te dejan en espera con música que creías extinta, "un momento por favor" y ese momento dura como cinco minutos, por fin te contesta con el mismo tono de fastidio usado por un burócrata mal cogido...
La factura ya está hecha y cancelarla se antoja igual que un filete crudo acompañado de una pepsi caliente. Ambos estiran y ninguno afloja. Pero recuerdas que tus ventas del mes no son precisamente las mejores que has tenido, propones entregarle copia de la factura para que ahora si, el cheque salga como la contabilidad manda. El cliente apela a su relación comercial, a que conoce a tu jefe de hace muchos años, que no vuelve a pasar, que le urge porque tiene la máquina parada y esa preocupación le impide que se le paren otras cosas, etc.
Viernes, son más de las seis. El mensajero del cliente tiene cara de necesitar a gritos una cerveza con el riesgo de colapsarse si no la ingiere en la siguiente media hora. Aflojas, pues también estas al borde de una crisis nerviosa más que por otra cosa. Al día siguiente tendrás el cheque corregido y aumentado, puntual por favor y mire señor cliente que el error no fue de aquí, por favor le encargo mucho, blablabla...
Pasó el sábado con todo y sus embarques, tacos de barbacoa con refresco de dieta y quinielas del futbol, pero del mentado cheque no hay noticias.
Ya es lunes, hablas controlando el ansia asesina provocada por el hecho de que el cliente no ha llegado, tal vez se reporte en la tarde (la incertidumbre) y una voz de muñeca barbie rie despacito al decirte que no pudieron poner tu cheque en ruta. Pero oye amargadito, quita esa cara y piensa positivo, en la tarde te lo envían, bueno, eso te dijeron.
Se buen chico, sonríe y controla esa taza de café que baila entre tus manos al ritmo de tres teléfonos que no paran de sonar.
(omitieron la tajada del gobierno, dan ganas de hablarle a Hacienda) la urgencia seguía en el aire, el tiempo pasaba casi hasta dar las seis. Hablas al cliente, te dejan en espera con música que creías extinta, "un momento por favor" y ese momento dura como cinco minutos, por fin te contesta con el mismo tono de fastidio usado por un burócrata mal cogido...
La factura ya está hecha y cancelarla se antoja igual que un filete crudo acompañado de una pepsi caliente. Ambos estiran y ninguno afloja. Pero recuerdas que tus ventas del mes no son precisamente las mejores que has tenido, propones entregarle copia de la factura para que ahora si, el cheque salga como la contabilidad manda. El cliente apela a su relación comercial, a que conoce a tu jefe de hace muchos años, que no vuelve a pasar, que le urge porque tiene la máquina parada y esa preocupación le impide que se le paren otras cosas, etc.
Viernes, son más de las seis. El mensajero del cliente tiene cara de necesitar a gritos una cerveza con el riesgo de colapsarse si no la ingiere en la siguiente media hora. Aflojas, pues también estas al borde de una crisis nerviosa más que por otra cosa. Al día siguiente tendrás el cheque corregido y aumentado, puntual por favor y mire señor cliente que el error no fue de aquí, por favor le encargo mucho, blablabla...
Pasó el sábado con todo y sus embarques, tacos de barbacoa con refresco de dieta y quinielas del futbol, pero del mentado cheque no hay noticias.
Ya es lunes, hablas controlando el ansia asesina provocada por el hecho de que el cliente no ha llegado, tal vez se reporte en la tarde (la incertidumbre) y una voz de muñeca barbie rie despacito al decirte que no pudieron poner tu cheque en ruta. Pero oye amargadito, quita esa cara y piensa positivo, en la tarde te lo envían, bueno, eso te dijeron.
Se buen chico, sonríe y controla esa taza de café que baila entre tus manos al ritmo de tres teléfonos que no paran de sonar.
