9.12.03

Había salido a caminar. Desde hace varios días estaba aburrido de la misma actitud cuestionable de aquéllos que insistían en conocer la naturaleza de mis actos. El tiempo aquí no cambia, siempre parece ser otoño.


En una esquina la mujer repartía volantes que no todas las personas tomaban. Algunos incluso lanzaban inútiles miradas de odio contra su cara soriente. Me quedé parado en medio de la banqueta viendo sus movimientos. Luego quise ir hacia ella pero mi cuerpo no obedeció. Entonces, uno de lo volantes fue traido por una ráfaga de viento hasta mis pies. Tomé el papel, era corriente y su mensaje a una tinta decía Fantásticos viajes en abonos. Informes en... y ahí fue cuando el viento me lo arrebató. En ello vi la oportunidad de acercarme para hablarle con el pretexto de pedir un volante. Pero ya no estaba ahí.

Recorrí varias calles y fue hasta mucho después, cuando el campanario de una iglesia invisible dió la hora, que recordé la pasada inmovilidad de mi cuerpo.
Me hubiera gustado sentir algo diferente. Hubiera preferido el miedo y no la sensación de un viajero para quien el trayecto termina antes de comenzar; pues cuando volvía a casa hallé en el bolsillo un volante con estas líneas escritas:

...(tres o cuatro líneas ilegibles)

- ¿Por qué explicarlo? Acaso porque soy una persona desconocida y estoy hablando contigo.

- ¿Y cómo sabes que no te conozco? No puedes asegurarlo.

- Entonces, aceptarás lo que digo...

- Aceptaré lo necesario, nada más.



La letra no era mía. No la reconocí.





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