17.2.04

I.
Octubre del 2001.
Departamentos Unión.
Este de Ciudad Industrial.

Era una especie de cábala sincronizar el reloj de pared y su Casio de pulsera antes de escribir. Ambos marcaban las 11:30 pm.
Dos años habían pasado desde su último libro y el siguiente no se daba. Tenía muchas ideas, pero ninguna le gustaba. Morris Bay corregía los manuscritos muchas veces antes de tirarlos; de ahí el atraso. Los mensajes de su editor se acumulaban en la contestadora.

Era una noche vacía de estrellas y letras. Se recargó en la silla buscando una salida a ese laberinto mental mientras la sensación de impotencia le recordaba unos cigarrillos que había dejado en el buró una amiga ocasional.
Encendió uno. El humo se retorcía frente a la luz de la lámpara antes de extinguirse; dio otro par de fumadas esperando que la nicotina se pegara a su sangre. En un momento perdido entre el sueño y la conciencia sintió algo. ¿Una aceleración? Sólo así podía llamarle: aceleración de todo cuanto le rodeaba, pero él se sentía estático.

Un parpadeo después se dio cuenta de que no estaba solo; frente a él, una mujer lo observaba. De estatura baja, su cuerpo delgado envuelto en una especie de película transparente de tonalidad azul mostraba unas cicatrices variadas y horrendas, algunas recientes. Ninguno se movía.

-Eres Morris Bay- dijo afirmando la mujer. Él bajó la cabeza como respuesta.

La mujer habló del futuro, un mundo unido bajo una dictadura distinta porque esta había sido creada tomando los caracteres fuertes de cada una de las anteriores. Le contó cómo, mientras los demás libros y fondos de información abierta fueron eliminados o modificados en favor del régimen, sus escritos fueron preservados con muchos sacrificios. E inspiraban a la resistencia, al pensamiento propio y la libertad.

- Este enlace no puede durar más. Harás lo necesario para entender mis palabras y que nuestros esfuerzos signifiquen algo.

Se fue como había llegado, en un parpadeo. En el reloj de pared eran las 11:55, el de Morris marcaba 11:50 todavía.
Tenía que grabar, escribir, dibujar todo cuanto ella le había dicho con el mayor detalle posible. Ahí estaba su nuevo libro.



II.
Agosto del 2031.
Zona de combates al este de Ciudad Industrial.

Son las 11:50 pm. Ella sigue en el departamento de Morris Bay con el traje de
película transparente, su cuerpo cicatrizado. Las computadoras revisan y estabilizan los signos vitales, apagan el sistema de enlace espacio-tiempo.
Se quita el traje para vestirse con su viejo uniforme militar impregnado de sudor y sangre. Sus compañeros vigilan los alrededores esperando una señal. A las 11:55 PM corren por calles oscuras, vacías, llenas del régimen. En murmullos le preguntan si lo vio, si entregó el mensaje.

-Sí.
Ella responde sin dejar de correr escondida en las sombras, sintiendo sus lágrimas que resbalan desde el recuerdo de Morris Bay, su padre; hasta perderse en sus mejillas.

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