20.3.04

Aquí es donde la soledad nos guía hacia sitios donde la realidad no es más que una palabra sin significado. Una carretera remodelada hace poco tiempo y ya tiene sus respectivas cruces en cemento, madera o varilla adornadas con papel de china, algunas tienen nombres que no distingo. Sobre las estacas que delimitan los terrenos graznan cuervos color de noche cerrada. El aire tiene aroma de polvo, lechuguilla tallada, viajes antes del nuestro. Los escasos árboles crecen pequeños con ramas delgadas, por donde asoman tímidos brotes verdes tratando de estirarse lo más posible hacia el cielo y alejarse de esta tierra seca. Ciento veinte kilómetros por hora en un auto de la compañía. Pedro maneja y toma de vez en cuando jugo de nopal, prefiero mi vaso de café con tres de azúcar cuando me ofrece un trago. Pasamos varios vehículos que doblan en el entronque a Espinazo y nos detenemos en una estación de gasolina más adelante. Camionetas y autobuses con creyentes del Niño Fidencio vienen de ejidos en las sierras y otros lugares no tan cercanos a pagar la manda. Seguimos y Pedro dice que si terminamos temprano los negocios en la otra ciudad quizás podamos ir a ver las fiestas del niño.
Zumbidos de las torres de alta tensión cortan el silencio. Nos detenemos a comer a un lado de la carretera en un acotamiento, es curioso pero de pronto nadie pasó mientras comíamos unos emparedados. Dejo en la tierra arenosa varias huellas que no sé por cuanto tiempo permanecerán. Antes de dar otro paso me quedo quieto con un pie en el aire haciendo una figura un tanto cómica que Pedro ve sin emoción alguna. Estuve a punto a de pisar una diminuta flor morada que crece en medio de varias piedras lamidas alrededor de las cuales hay huellas. Son de los coyotes que lamen el sereno acumulado en las rocas, a veces es su única fuente de agua, me diría Pedro más tarde. Volvemos al camino y pienso mientras bebo agua de un recipiente en los mecanismos de sobre vivencia de cada especie.
Debería estar revisando las notas para la plática que daré de un equipo vendido a un cliente hace meses. En vez de ello escribo un poco de todo lo que veo y escucho. Casi es media mañana y el sol no aparece, este auto no tiene radio así que escucho anécdotas sobre negocios fallidos y exitosos, ermitaños que crían perros y cuidan autos, matrimonios desahuciados desde el noviazgo, presupuestos imposibles de cumplir, almas en pena pidiendo aventón.

Llegamos. Decirle ciudad es algo exagerado; es el ejemplo de cuando una población deposita ciegamente sus esperanzas en los grandes corporativos sin hacer nada más por si misma. Solo en una ciudad como esta cada semáforo tiene un cartel rojo y negro descolorido por el sol que dice: “por un salario digno apoyo total a la comisión revisadora del tabulador. Sección 147.” El trailer manda aquí, nuestro auto es un escarabajo entre gigantes. La plática fue parecida a las presentaciones que hacía en la escuela, muchos ojos mirando pero quien sabe cuantos cerebros prestando atención. Todo quedó entendido, de todas formas dejé tarjetas de presentación para estar localizable cuando las dudas se presenten. Visitamos a los demás clientes. Mucho gusto o hace tiempo no lo veía por aquí, ha estado tranquilo, estas quedando alto en precio, tu tiempo es entrega es muy largo, la calidad ya sabes es mejor no son piezas usadas importo legalmente, no hay nada pendiente por cotizar, ¿para cuando me entregas lo que me debes?, más tarjetas, despedida discreta pues hay representantes de otras compañías esperando afuera, apretón de manos, promesas, otra cita. Verdades indiscutibles: la sala de espera es tu siguiente casa después de la oficina. Igual que la Biblia, las órdenes de compra son sagradas y no pueden modificarse. Entre nosotros el fraude de crédito es peor que el homicidio. No es personal, son negocios.
Comida y después más clientes. El mal hábito de mirar con detalle las oficinas que visito, el olfato contra humo de cigarrillos y café rebajado con brandy. Escritorios llenos de papeles, problemas y una que otra transa por ahí.
Hora de volver. Alrededor de la otra ciudad empiezan a formarse cerros con la escoria que deja la fundición de varios metales, casualmente cerca de las zonas más pobres. A través de una nube con forma de puño el sol lanza sus rayos para dorar la tierra un poco más antes de irse al horizonte.

Llegamos al entronque, son veintiocho kilómetros para llegar a Espinazo. Aquí hay muchas más cruces a los lados del camino pero algunas tienen incluso pequeñas capillas pintadas con colores pastel, adornadas con papelitos y flores que se ven frescas a pesar del calor. A la entrada del pueblo un arco metálico nos dice: “Bienvenidos al campo del dolor” nunca me habían recibido así. Hay una vieja estación y unas vías aún más antiguas; el tren fue regalo de un presidente al Niño Fidencio por haberle curado de una dolencia. Campamentos, casas de madera podrida rentan baños, agua caliente y cuartos. Autobuses repletos de gente devota acompañados de un grupo norteño: guitarra, contrabajo y acordeón para cantar letanías “dame la paz y el consuelo que hace tiempo por ahí dejé”. Un pirul crece al lado de la que supongo es la tumba de Fidencio, alrededor de ella hay grupos de personas guiadas en el rezo por los “cajita” , hombres o mujeres a quienes el espíritu del niño posesiona para comunicarse y curar a las personas. Algunos bailan polkas y redovas, de sus cuellos cuelgan enormes rosarios de madera, se amarran capas de color rojo con iniciales que significan Fé, Esperanza, Caridad.

Abunda la venta de comida, recuerdos, juguetes, películas piratas, remedios milagrosos contra casi toda enfermedad, herramientas, camisetas, fósiles, cuadros con imágenes de Pancho Villa (¿?) la santa muerte, el cristo, Malverde patrono de los narcos. Quienes deben una manda o hicieron promesas deben rodar desde el pirul hasta la que fue casa del niño y ahora es su santuario, detrás hay una fosa de agua lodosa en donde se sumergen varias veces. Fue todo lo que quise ver, Pedro estuvo de acuerdo y nos retiramos. Algunas personas me observaban desconfiados cuando sacaba mi libreta y hacía estas anotaciones. Dejamos atrás Espinazo, el campo del dolor. Al anochecer la oscuridad traía consigo cosas en las que pocos creen mientras el final llegue y todo de una vez termine.

Hubo más cosas en el viaje pero solo quedaron estas palabras.


Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?