15.3.04



Y ahora vas y vienes entre la respuesta a tu necesidad de traducir al lenguaje lo que imaginas y piensas y sientes y la intiución de que nada sabes, de que no tienes nada que contar, de que de todos modos ni para qué sirve intentarlo.

Y aún así insistes. A veces te llega la voz de la paciencia: no importa cuánto te tardes, no cuentes los meses y los años, tú sigue escribiendo. Tendrás treinta y cinco, cincuenta, setenta; en algún momento -luego de años o lustros o décadas- terminarás un libro -alguno- que traducirá tu mundo sin traiciones. No desesperes. Escribe y borra, escribe y corrige, escribe y goza. Regresa a las frases una y otra vez, no las sueltes, no le des licencia a la pequeñez o al desaliento.
Llegará un momento en que ahí estará: el arte, las palabras exactas y vivas, una tras otra, ahí estarás tú en el papel.
Y después, tiempo después, todo habrá terminado y nada habrá permanecido.


El miedo a escribir.
Geney Beltrán Félix.

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