27.4.04

Por acá le dicen “ojo de fuego” al sol. Viven entre su devoción a la historia y el incierto futuro. Una barda que rodea a la principal fábrica de la ciudad está cubierta de un enorme graffiti formado por diferentes murales creados con habilidad en lo clandestino, seres exiliados a la imaginación, con la libertad de la locura.
Las palomas de la plaza son gordas, no vuelan y dan saltos moviendo sus alas fingiendo un vuelo hace tiempo olvidado. En una esquina formada por calles con nombres de patriotas y héroes regionales, está la cantina sin nombre más llena de anécdotas que a nadie interesan.
Entre las nubes que llegaron con el anochecer se retuercen gusanos de luz rojiza bailando una danza irrepetible. La vista es insuficiente para guardar tanto paisaje en la memoria y la piedra susurra un mensaje secreto para dormir desnuda de plantas y humedad.
Por fin llego a la tormenta, me doy cuenta que es otro ensayo del fin del mundo.

Me fui y solo tu recuerdo supo mi ausencia.

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