5.8.04

el médico preguntó nuestras edades, legalmente mi hermano y yo somos adultos que una noche de domingo deben llevar a su madre para internarla de urgencia en el hospital donde hace apenas unas horas antes estuvo laborando en cuidados intensivos neonatales. el motivo es un tumor de nombre extraño alojado en la región derecha de su cerebro. el dolor, dice una vez que la suben en camilla al primer piso, no se compara a nada que haya sentido antes, luego cierra los ojos para convencerse de que el analgésico por intravenosa que le dan sus propias compañeras de rostros desencajados le ayudará un poco a dormir, aunque no sueñe. pasó una semana antes de la cirugía. todos vinieron, dejaron palabras de aliento rosarios oraciones agua bendita anécdotas del tipo un-familiar-tuvo-lo-mismo-y-mirelo-ahi-anda promesas de apoyo, se fueron y nos quedábamos nosotros. entre su dolor, la oscuridad de la habitación y los medicamentos ella hablaba recostada en la frontera de lo real y la imaginación con personas que hace tiempo murieron, con cuatro hijos que nunca tuvo, con personas que atendió durante treinta años de servicio como enfermera. la operación fue una prueba de resistencia para los nervios que duró cuatro horas, continuó con tres días en terapia intensiva y una semana de recuperación en piso. en casa de la abuela junta sus fragmentos de memoria mientras espera el momento de las terapias, los nietos que aun no están planeados, los días futuros...

sin el apoyo de todos , no sé si lo hubieramos logrado. GRACIAS

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