26.6.05

Me dijeron que después de casi veinte años, viajara a la capital y que volviera después de tres días.
El camino fueron doce horas fragmentadas en algo inasible pero presente en nuestras vidas. Me fueron presentadas ciudades, miles de luciérnagas descansando de si mismas reunidas en algún lugar de la noche.
Amaneció, y la neblina era un fantasma durmiendo en su cama arbolada.

Sí, te extrañé.
Como siempre desde el momento en que nos despedimos y te alejas.

Las exposiciones son el lugar perfecto para hacerte con una buena dotación de plumas y souvenirs, folletos que se tiran poco después de leerlos sin atención, tarjetas diseñadas para reflejar nuestra personalidad.

Ella decía que era de Taipei, representaba a una corporación de electrónica y odiaba a Hello Kitty. Mi nombre le recordaba el libro rojo de Mao. Le tomó aprecio al tequila y a una edecán tamaulipeca. Intercambiamos direcciones de e-mail y prometimos escribirnos para platicar sobre tatuajes y su sueño de una fábrica de calculadoras.

La esperanza de esta ciudad está en sus habitantes, no en quienes dicen gobernarla.

El jueves hubo elecciones en el sindicato de electricistas y no circuló el auto de mi anfitrión. En el metro nos acompañaron 2 piratas musicales, uno de cine, dos vendedores de dulces y una niña que limpiaba calzado.
La mejor cena fueron cuatro tacos con todo y una pepsi a cambio de cuarenta y cuatro pesos y una plática sobre la izquierda mexicana campeones de box y tiendas de libros usados que no alcancé a ver.

Te esperé en una banca bajo un árbol generoso en la sombra, como no llegaste regresaron pedazos de mi memoria que habían vagado por casi veinte años.
Supe después, que dejaron de verse apariciones en algunos edificios.


De los viáticos solo quedó un boleto en mi cartera.
Lo último que vi de la capital fue a un niño jugando con dos aviones de papel.
Cuando los arrojó, uno ya no volvió.

Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?